Una palabra se repetiría una y
otra vez en mi cabeza desde el momento en el pisé la
estación de Shanghai: contraste.
Encontré en Shanghai una ciudad
interesante, viva y completa donde no me resultó demasiado complicado
imaginarme pasando un tiempo de mi vida. Shanghai tenía ese nosequé
europeo, y al mismo tiempo tan chino que, por primera vez desde que llegué a
China, hizo que me sintiese un poquito más en casa. Y fue precisamente ese
sentimiento, esa mezcla entre oriente y occidente, esa combinación de tradición
y modernidad, riqueza y pobreza, esa belleza de tanto contraste, lo que me
atrapó de Shanghai.
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Porque quizás no fuese Shanghai
la ciudad más bonita, más impactante, más histórica ni más moderna (aunque de
esto último tuviese mucho…) que haya visitado jamás, pero si es la ciudad con más caras.
¡Sigue leyendo!
2 comentarios:
Ufff... qué lejos suena eso!
me gusta leerte ufff que momentazos
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