De nuevo, cargamos
nuestras mochilas al hombro. Esta vez, el camino no nos llevará al
hostal de la próxima ciudad sino al avión que nos llevará de
regreso a casa. Tras quince días de traslados continuos, estancias
cortas y habitaciones compartidas, volvemos a casa. Nuestras mochilas
perdieron ya el olor a ropa limpia del viaje de ida, nuestras
espaldas empiezan a sentirse resentidas y nuestros labios duelen de
tanta sonrisa (y del aire de Pekín, que no es el más puro del
mundo…).
4 comentarios:
Mi cama! o en su defecto, un buen colchón y un buen cogín!
Si el viaje no es largo, nada la verdad :)) Si lo es, me quedo con tu primera frase (Familia y amig@s!!)
He leído: "y con tu compañero agobiante". ¿En serio?! :O
La cama!! Toda la razón!
Sara! Quu alegría verte por aquí. Bienvenida!
Andre, jajajaja, ya sabes que no iba por ti, fuiste una compañera ideal ¿volvemos? de todas formas, ya está cambiado para que no haya malos entendidos. jajajaja
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