Porque, como cada año, la lotería pasó de largo al llegar a nosotros. Afortunadamente, este año no compré más que un boleto (y a medias), por lo que a pesar de no llevarme ningún millón ni un triste pellizco, tampoco perdí demasiado. Eso sí, la ilusión por la posible posibilidad nos duró...hasta que salió el gordo. Una vez los premios adjudicados y las botellas de champán descorchadas ( por otros, claro está), no me quedó otro remedio que seguir trabajando...pensando en que, al menos, al menos tenía salud.
Dos segundos después de pensarlo, y con una medio sonrisa en la cara... ¡Aaaaachis! Llegó el estornudo.
No seré rica, pero ¿tengo salud?
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